México: Democracia o Narcoestado

Este 2 de junio, México efectuará las elecciones más grandes de su historia. En ellas, más de 98 millones de ciudadanos, el padrón electoral más numeroso en la historia del país, elegirán más de 20 mil cargos federales y locales.

En estas elecciones además de elegir a quien suceda al actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, también se renovarán concurrentemente los 128 senadores, los 500 diputados del Congreso federal y los gobernadores de 9 de las 32 entidades federativas: Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz, Yucatán y Ciudad de México.

Todo el período de campañas ha estado caracterizado por la violencia, algo ya normal en México, junto con la ejecución de más de 50 políticos y funcionarios electorales, 27 de ellos candidatos a algún puesto, siendo así también las elecciones más violentas de nuestra historia.

Coincidentemente, esta actividad del crimen organizado ha venido precedida de diversos señalamientos al presidente López Obrador de una presunta alianza suya con los carteles del narcotráfico, que lo habrían financiando al menos desde su primera campaña presidencial, en 2006. Periodistas mexicanos y estadounidenses han venido ventilando en artículos y libros las supuestas investigaciones no concluyentes de la DEA (la Drug Enforcement Administration de EEUU) al respecto. Aquí mi comentario, sobre el reciente libro «La Historia Secreta», de la periodista Anabel Hernández. 

A lo largo de los casi seis años de gobierno de López Obrador, se han venido documentando diversas actuaciones de cárteles a favor de MORENA (el Movimiento de Renovación Nacional, partido creado por el propio López Obrador en 2011) y sus candidatos, mediante la presión a electores y candidatos, atemorizando a la ciudadanía, financiando las campañas de MORENA o bien, extorsionando y asesinando a candidatos de oposición.

Por no hablar de la supuesta protección a los carteles que les otorgan López Obrador, su gobierno y los militares mexicanos, que han permitido a dichos cárteles extenderse a ramas económicas del país, cada vez más diversas y fructuosas, desde el tráfico de personas a EEUU hasta la extorsión de productores de alimentos para la exportación (aguacate, limón, huevo, ganado, etc). O les han permitido una casi completa impunidad, pese a la inmensa violencia que recorre al país, la que ha causado más de 186 mil asesinatos dolosos en este gobierno, un número mayor a los habidos en los 12 años de gobierno conjuntos de Vicente Fox y Felipe Calderón (2000-2012), y 30 mil más que los asesinatos en el gobierno de su inmediato antecesor, Enrique Peña Nieto (2012-2018).

En suma, el crimen organizado ha venido operando a favor de López Obrador y su régimen, como hemos venido sosteniendo muchos desde hace bastante tiempo, en una relación simbiótica de mutuo beneficio.

Por eso no es extraño que muchos sostengamos ahora, que el Crimen Organizado está haciendo campaña hoy para MORENA y López Obrador en favor de Claudia Sheinbaum y de sus otros candidatos. Más aún cuando los números entre las dos principales candidatas a la Presidencia parecen irse cerrando a unas pocas semanas de las elecciones: la propia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, de la alianza opositora, ambas candidatas en lo ideológico, representan en el fondo, solo dos variantes anacrónicas de cierta socialdemocracia keynesiana, en un país donde la población normalmente espera regalos y subsidios por parte de los políticos.

Para López Obrador y los carteles apoyar a Sheinbaum es un ganar-ganar: López Obrador puede ganar seis años más de impunidad y tranquilidad relativa, bajo la Presidencia de su delfina, o bien confiando en que el nuevo gobierno, presione al de EEUU, para que no concluya sus investigaciones y por tanto no persiga a López Obrador, usando el papel estratégico del gobierno de México y sus militares en la masiva detención de migrantes centro y sudamericanos hacia EEUU, un tema muy sensible para los electores estadounidenses, cuya elección presidencial es sincrónica a la mexicana.

Para los cárteles del crimen organizado, significaría conservar a México como su coto exclusivo de impunidad y barbarie, y base exportadora de poderosos y más lucrativos estupefacientes, como el fentanilo, sin ser molestados (al menos no excesivamente) en sus negocios por los gobiernos de México o EEUU.

En tal sentido, hoy se disputa en México si seguimos siendo una democracia (defectuosa como todas las democracias) o nos tiramos de una buena vez en los brazos de los criminales.

Toda la campaña del oficialismo se ha basado en la idea creada de su invencibilidad y en la  inevitabilidad de la victoria, gracias a la anticipada nominación de Sheinbaum, junto a un derroche monumental de recursos económicos (probablemente del gobierno o contribuciones ilegales no declaradas) y al empleo de todo tipo de recursos públicos o de financiamiento ilegal en favor de los candidatos oficiales.

A quince días de la elección del 2 de junio, hay muchísimos signos tanto de un acortamiento en las preferencias entre el oficialismo y el bloque de oposición, y de un mayor activismo del crimen organizado en contra de la oposición, beneficiando así a MORENA.

A ello súmele los sucesivos desastres y fracasos en la gestión de López Obrador, además de la calamitosa inseguridad pública: la destrucción del sistema público de salud y del sistema de compras de medicamentos; problemas en la distribución y contaminación de agua potable en la ciudad de México; la sequía y los incendios que azotan a muchos estados y ciudades del país, tras seis años de inacción en la materia;  los costosísimos proyectos insignia de su gobierno que simplemente no funcionan y parece que ni funcionarán en el corto plazo, excepto para haber creado nuevos ricos sexenales; los escándalos de corrupción no investigada de familiares y allegados al presidente López Obrador; los recientes apagones generalizados en el país, por los obstáculos puestos a las inversiones privadas en electricidad… en esas condiciones sería muy difícil no esperar que el 2 de junio emerja un voto de protesta y repudio, que por ahora la mayoría de las encuestas no recogen, al parecer por el miedo de la población, a posibles represalias del gobierno en el reparto de subsidios y apoyos clientelares.

La disputa en México hoy, es real, y no es entre derecha o izquierda, sino entre conservar ciertas reglas de democracia y Estado de Derecho o adaptar cierta forma del llamado «socialismo del siglo XXI» sudamericano (un sinónimo vergonzante de fracaso económico, saqueo y autoritarismo político); si Sheibaum se impone, México terminará siendo Venezuela o algo peor. En cambio, si gana Xóchitl Gálvez, abanderada de un rejunte endogámico de partidos de izquierda que aman la economía dirigida por el Estado y ven con recelo al mercado, hay todavía posibilidades de mantener ciertas formas republicanas y por tanto, de procesar las diferencias y que el país no termine en el Estado fallido y criminal al que indefectiblemente se dirige con López Obrador y Sheinbaum.

Victor H. Becerra 

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